Era un mago del arpa. En los llanos de Colombia, no había
fiesta sin él. Para que la fiesta fuera fiesta, Mesé Figueredo tenía que estar
allí, con sus dedos bailaderos que alegraban los aires y alborotaban las
piernas.
Una noche, en algún sendero perdido, lo asaltaron los
ladrones. Iba Mesé Figueredo camino de una boda, a lomo de mula, en una mula
él, en la otra el arpa, cuando unos ladrones se le echaron encima y lo molieron
a golpes.
Al día siguiente, alguien lo encontró. Estaba tirado en el
camino, un trapo sucio de barro y sangre, más muerto que vivo. Y entonces
aquella piltrafa dijo, con un resto de voz:
- Se llevaron las mulas.
Y dijo:
- Y se llevaron el arpa.
Y tomó aliento y se rio:
- Pero no se llevaron la música.
En Patas arriba.
La escuela del mundo al revés.