Le
gusta hacerme feliz. Viste sus hojas de los más variados colores en
otoño. Amarillo, naranja, rojo, marrón… y, poco a poco, las deja caer
tapizando su suelo para mí. Desnudo, llama al sol para que entibie mi
piel en invierno. Y, un año tras otro, en primavera, se llena de vivas
hojas verdes para más tarde, en verano, protegerme de é l.
A veces trepo a sus ramas pegando mi cuerpo a su corteza, lo abrazo, lo escalo, lo beso… meto mi nariz en su tronco, lo huelo…
Desde su copa puedo ver el mundo, saltar a las nubes y coronar mi cabeza con las estrellas que más brillan.
Otras
veces escucho su latir, me aferro a sus flancos y lo apretujo contra mi
pecho como a un niño. Froto mi mejilla en su tronco. Respiro el agreste
aroma de su resina, percibo la savia de sus vasos, la siento en mis
dedos palpitar.
¿Se puede amar a un árbol? En su tronco "he grabado mis iniciales dentro de un corazón".
(El entrecomillado es mío, no debemos maltratar los árboles)
Texto copiado de la página: narrador.es. Una forma literaria de ver el mundo.
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